La cantidad de satélites Starlink se ha multiplicado en los últimos años. Ya hay más de 7.000 en órbita, y la compañía SpaceX planea lanzar hasta 30.000 antes de 2030. Pero mientras crece esta megaconstelación diseñada para brindar internet de alta velocidad a escala global, también se intensifican los efectos del Sol sobre ella.
Durante esta fase de máxima actividad, el Sol emite grandes cantidades de radiación y partículas cargadas. Cuando estos flujos energéticos interactúan con el campo magnético terrestre, pueden desencadenar tormentas geomagnéticas que alteran la atmósfera superior. Uno de los efectos más relevantes es el calentamiento y la expansión de la termosfera, la capa en la que orbitan los satélites de baja altitud.
A simple vista, ese fenómeno no parece preocupante. Pero para los satélites que se encuentran a unos 300 o 400 kilómetros de altura —como los de Starlink—, puede tener consecuencias concretas.
“El aire se vuelve más denso a esas altitudes, y eso genera más fricción”, explicó Denny Oliveira, investigador del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en declaraciones a New Scientist. Esa resistencia adicional provoca que los satélites pierdan altitud más rápidamente de lo previsto.
El equipo de Oliveira observó que, en algunos casos recientes, satélites que deberían haber tardado 15 días en reingresar lo hicieron en apenas cinco. Entre 2020 y 2024, más de 500 satélites Starlink reingresaron a la atmósfera terrestre. Durante eventos particularmente activos, se reportó la caída de 37 satélites en pocos días. “En unos años, podríamos tener reingresos diarios”, advirtió el investigador.
El proceso que lleva al reingreso es relativamente sencillo desde el punto de vista físico. Los satélites en órbita baja no están suspendidos, sino que se mantienen en movimiento horizontal a gran velocidad (alrededor de 7,8 kilómetros por segundo).
Esa velocidad les permite “caer” en línea con la curvatura terrestre, sin tocar el suelo. Cuando aumenta la fricción atmosférica, los satélites pierden energía, descienden y, eventualmente, reingresan en la atmósfera, donde se desintegran por el calor generado.
En condiciones normales, sin perturbaciones solares intensas, un satélite Starlink puede permanecer en órbita durante cinco a siete años. Pero los episodios de actividad solar intensa —como los del máximo solar reciente— pueden acortar ese tiempo en días o incluso semanas.
Para Samantha Lawler, astrónoma de la Universidad de Regina (Canadá), este es el primer máximo solar en la historia que puede analizarse con miles de satélites activos en órbita al mismo tiempo. “Es clave estudiar esto ahora que tenemos tantas naves operando simultáneamente”, señaló a New Scientist.
Fue precisamente en su provincia donde se confirmó la caída del único fragmento recuperado de un satélite Starlink: un trozo de 2,5 kilos que aterrizó en una granja de Saskatchewan en agosto de 2024.
Aunque la mayoría de los satélites están diseñados para desintegrarse completamente al reingresar, los expertos advierten que, si descienden demasiado rápido, podrían no alcanzar a quemarse por completo. “Podría haber otros fragmentos que simplemente no hemos encontrado”, sugirió Lawler.
Desde otro ángulo, este proceso también podría tener un efecto positivo: ayudar a reducir la basura espacial. Sean Elvidge, investigador de la Universidad de Birmingham, indicó que este "barrido natural" acelerado por el Sol puede facilitar la eliminación de satélites muertos que, de otro modo, permanecerían años orbitando como posibles amenazas. “En cierto modo, el Sol está ayudando a limpiar el cielo”, afirmó.
Sin embargo, también complica la operación de satélites activos que trabajan a muy baja altitud, donde las conexiones con la Tierra son más rápidas y eficientes. “Esto demuestra que mantener satélites por debajo de los 400 kilómetros durante máximos solares podría volverse insostenible”, advirtió Elvidge.
El ciclo solar continúa su marcha y el próximo máximo podría ser aún más intenso. Mientras tanto, la industria espacial deberá adaptarse a los ritmos de nuestra estrella más cercana.